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Hagamos un breve excursus por el título central (poema 15) de 
El rayo que no cesa, sin olvidarnos de que "no son poemas de amor, 
son poemas de un amor rechazado, de las angustias que causa el amor cuando una 
moral provinciana deja incompleta la relación amorosa, cuando la mujer 
que despierta los deseos y que podría saciarlos se resiste ahogando los 
poderosos instintos de la vitalidad y de la sangre y convirtiéndose en 
tormento (Cano Ballesta)." No ocurre así en este poema, probablemente 
el último amoroso que escribió Miguel para el libro, a lomos ya 
del salvaje Caballo para la Poesía impura de Neruda, en silva libre, con 
sorprendentes y expresivas rupturas de medida en algunos versos:  |   
   
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e llamo barro aunque Miguel me llame.  Barro es mi profesión y mi destino  
que mancha con su lengua cuanto lame.  S 
oy un triste instrumento 
del camino.  Soy una lengua dulcemente infame  a los pies que idolatro desplegada.  |   
 
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Tanto machacaba Sijé lo de Miguel de las batallas (arcángel 
vencedor de espíritus rebeldes derribados por el rayo justiciero de Dios), 
que abandona el poeta con rabia sus plumas de arcángel asexuado; y el ascético 
sufridor de El silbo de las ligaduras decide mancharse de barro, ser barro, 
animal varón, fiera erótica que despluma con pecador hocico la pureza 
del Miguel-de-las-batallas (soneto final), aunque llore la herida del destierro: 
"Por desplumar arcángeles glaciales, / la nevada lilial de esbeltos 
dientes / es condenada al llanto de las fuentes / y al desconsuelo de los manantiales."  
Ilustramos 
esta página con una etampa de la Virgen pisando y alanceando a la serpiente 
del Paraíso y a otros personajes infernales. Encontramos en los versos 
de Miguel una sutil alusión a la mujer de Apocalipsis 12 (estrellas 
por su cabeza, y la luna y el maligno bajo sus pies). Se identifica el poeta de 
Orihuela con la tentadora serpiente del Edén. Y se arriesga a explorar 
con ella seductoras aventuras de amor y erotismo ("Dame, aunque se horroricen 
los gitanos, / veneno activo, el más, de los manzanos", había 
escrito para Perito en lunas).  Refiere 
Efrén Fenoll, poeta del horno, que "en invierno y en verano, desnudo, 
se envolvía si había llovido en el cieno y, así 
embadurnado y eufórico de sentirse hermano del barro, se lanzaba gritando 
de alegría al río Segura o en la balsa de San Antón."  
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