En mayo de 1995 presenté en el Ateneo de Madrid mi libro El Dios de Miguel Hernández (Verbo Divino 1995), con prólogo de Francisco Esteve, presidente de la Asociación Amigos de Miguel Hernández. Mi propósito al redactar este ensayo fue investigar las raíces cristianas de la obra del poeta oriolano y su evolución. Tenía la impresión de que se fue alejando del catolicismo porque hería su sensibilidad el deshumanizante corsé represivo que habían tejido en torno a sus necesidades en materia sexual y el escaso
compromiso de tantos cristianos de su tiempo con el mundo de la pobreza y la justicia social. Agotada la edición, y no reeditada, me he sentido obligado, con muchísimo placer, a dar a conocer mi trabajo a través de internet, reflexiones personales no tanto dirigidas a críticos y expertos, cuanto a la gente sencilla, a quienes me gustaría también emocionar con los poemas eternamente frescos de este extraordinario poeta, del que acaso conocieron versos por vez primera en las hermosas voces de Serrat y Paco Ibañez. Los textos que reproduzco y comento son los de la definitiva edición de su obra lírica completa Miguel Hernández. Poesía, de Espasa Calpe, Madrid 1992.

 
 


 
              
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