írame a mí sin ti, ciego Tobías,
vagando hacia la orilla que no veo.
Orilla que no veo y en que creo.
Sí, tú eres el arcángel de mis días.
Con tus alas de luz ahora me guías.
Oh río luminoso del deseo.
Tras de las leves nubes te entreveo,
piadoso sol de mis mañanas frías.

Luz tuya, tuya. Pon tu suave mano
sobre mi pobre frente de tinieblas.
¿De qué mundo este roce soberano?
No, no estoy solo. Dame, oh Dios, que pueblas
de tantos astros el espacio arcano,
solamente esta luz para mis nieblas.

       







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