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  LA 
VISITADORA Gn 3, 6-15
  Era 
en Belén y era Nochebuena la noche.  Apenas si la puerta crujiera cuando 
entrara. Era una mujer seca, harapienta y oscura con la frente de arrugas 
y la espalda curvada.Venía 
sucia de barros, de polvo de caminos,  la iluminó la luna y no tenía 
sombra. Tembló María al verla; la mula no, ni el buey rumiando 
paja y heno igual que si tal cosa.
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  Tenía 
los cabellos largos, color ceniza, color de mucho tiempo, color de viento antiguo; en 
sus ojos se abría la primera mirada y cada paso era tan lento como un 
siglo.Temió 
María al verla acercarse a la cuna. En sus manos de tierra ¡oh 
Dios! ¿qué llevaría...? Se dobló sobre el Niño, 
lloró infinitamente y le ofreció la cosa que llevaba escondida. La 
Virgen, asombrada, la vio al fin levantarse. ¡Era una mujer bella, esbelta 
y luminosa! El Niño la miraba, también la mula, el buey mirábala 
y rumiaba igual que si tal cosa.
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  Era 
Belén y era Nochebuena la noche. Apenas si la puerta crujió cuando 
se iba. María, al conocerla, gritó y la llamó: "¡Madre!" Eva 
miró a la Virgen y la llamó: "¡Bendita!"¡Qué 
clamor, qué alborozo por la piedra y la                                                  
    estrella! Afuera aun era pura, dura la nieve y fría. Dentro, 
al fin, Dios dormido, sonreía teniendo entre sus dedos niños 
la manzana mordida. Antonio 
Murciano
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