| Mientras
los colmillos crecen | |
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Miguel/barro escribe cuerpo a cuerpo, sangre a sangre(Te van a escribir
mis huesos...), una cálida carta, "ave que sólo persigue...
/ carne, manos, ojos tuyos / y el espacio de tu aliento..." Se emocionan
los tinteros: el panteísmo del cabrero oriolano pone espíritu
en todo lo que le rodea, como los primitivos pueblos africanos. Y te quedarás
desnuda: la carta es mano, boca, latido del corazón de Miguel. Fechada
en Amor, 23 de junio de 1936, comenta un escrito de Josefina en el que
ella le informaba que había recibido su carta descansando en la cama. Escribe
con picardía el amante: "Se lo decía a todas las cartas
cuando las echaba y por fin una ha logrado cogerte desprevenida, porque a lo mejor
te ha pillado hasta sin camisa. ¡Qué gusto, nena mía de mi
alma, y qué susto para ti si voy yo metido y escondido en un rincón
de la carta y salgo y te veo tal como estarías cuando tú te pusieras
a leerla! De pensarlo nada más me dan escalofríos..." |
A
yer se quedó una carta abandonada y sin dueño, volando sobre
los ojos de alguien que perdió su cuerpo. Cartas que se quedan
vivas hablando para los muertos: papel anhelante, humano, sin ojos
que puedan serlo. M
ientras los colmillos crecen, cada vez más cerca siento la leve
voz de tu carta igual que un clamor inmenso. La recibiré dormido,
si no es posible despierto. Y mis heridas serán los derramados
tinteros, las bocas estremecidas de rememorar tus besos, y con su
inaudita voz han de repetir: te quiero. | |
Y
regresamos a los colmillos y la sangre de El hombre acecha. En el borrador
de este poema se leía: "Fieras peores que fieras / también
fieras nos han hecho / y acabarán con nosotros / si no acabamos con ellos."
El poeta enamorado (vate universal) hace suyas las cartas de los muertos, y redacta
su propio epitafio para la amada: Te quiero. Amor que vence al tiempo y
al espacio. | |