Silbo de afirmación
en
Orihuela
y
despecho hacia
Madrid

 

 


E
scrito en los días previos a la Navidad de 1934 por sugerencia de Luis Rosales, El Silbo de afirmación en la aldea es un largo poema de casi 200 versos, que desarrolla la clásica oposición: menosprecio-de-la-corte/elogio-de-la-aldea. A pocas fechas de 1935, año crítico en la vida de Miguel, sintetiza, como lo hizo en el Auto Sacramental, el latido de su cosmovisión, todavía muy influenciada por Sijé, en un hermoso, vivo, enérgico, moralizante poema con estructura de silva, a lo siglo de oro. Fue publicado en El Gallo Crisis, Pascua de Pentecostés de 1935, y escribirá por esas fechas a Juan Guerrero Ruiz: "Todo en él me suena extraño". A pesar de la ilusión manifestada unos meses antes a Rosales, cuando lo estaba redactando: "Quiero que sea lo mejor".

E s conocida su visión mística del campo (sacramental Castilla). En acentuado contraste barroco, y con mala conciencia, nos describrirá la Ciudad de Madrid, donde fracasó en su viaje de 1931 y con el posterior silencio de crítica de Perito en lunas, como babel de babeles, invocando la cólera justiciera del cielo sobre esta nueva sodoma de vicio y perdición. Chevallier evalúa negativamente el radical claroscuro del díptico campo-ciudad: "No deja de ser algo gratuita esta concepción maniquea desprovista de caridad, impresionante por la pasión del sentimiento, la fuerza, la belleza de la expresión. El poeta, sustituyendo a Dios, juzga y separa a los hombres." En un magnífico ensayo, M. H., agricultura viva, Paco Umbral afirma de este poema: "Es pivote en torno del que se produce todo el giro de su obra". Quien quiera saberlo todo sobre este bello y desconcertante poema saboreará con deleite el artículo de Francisco J. Díaz de Castro: M. H. frente a la ciudad (Estudios sobre MH, Univ. de Murcia).

A sí resuena su rústica refinada voz:


 

   

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