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E s conocida su visión mística del campo (sacramental Castilla). En acentuado contraste barroco, y con mala conciencia, nos describrirá la Ciudad de Madrid, donde fracasó en su viaje de 1931 y con el posterior silencio de crítica de Perito en lunas, como babel de babeles, invocando la cólera justiciera del cielo sobre esta nueva sodoma de vicio y perdición. Chevallier evalúa negativamente el radical claroscuro del díptico campo-ciudad: "No deja de ser algo gratuita esta concepción maniquea desprovista de caridad, impresionante por la pasión del sentimiento, la fuerza, la belleza de la expresión. El poeta, sustituyendo a Dios, juzga y separa a los hombres." En un magnífico ensayo, M. H., agricultura viva, Paco Umbral afirma de este poema: "Es pivote en torno del que se produce todo el giro de su obra". Quien quiera saberlo todo sobre este bello y desconcertante poema saboreará con deleite el artículo de Francisco J. Díaz de Castro: M. H. frente a la ciudad (Estudios sobre MH, Univ. de Murcia). A
sí resuena su rústica refinada voz: | |||
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