Te van a escribir mis huesos
 

 

 

 
 
No perdamos fuego y recobremos las termales aguas del poema Carta:

E n un rincón enmudecen
cartas viejas, sobres viejos,
con el color de la edad
sobre la escritura puesto.
Allí perecen las cartas
llenas de estremecimientos.
Allí agoniza la tinta
y desfallecen los pliegos,
y el papel se agujerea
como un breve cementerio
de las pasiones de antes,
de los amores de luego.

A unque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.

El hilo umbilical que mantuvo en esperanza al poeta de la revolución en su turismo carcelario (soy un preso turista), fue sin duda la correspondencia con su mujer, que sólo podía echar al correo un día por semana y con censura –lápiz azul que sentenciaba a papelera las epístolas largas–. Claro que cabía el recurso de escribir con el nombre de algún preso sin familia. La correspondencia de Miguel, excelentemente editada en Espasa Calpe, puede decepcionar al historiador o crítico documentalista, pero no al lector con alma, zahorí de corazones.
Recuerda el poeta este rimero de cartas viejas con el color de la edad / sobre la escritura puesto, cementerio de las pasiones de antes, / de los amores de luego... Un amor que no cesa por Josefina y su Manolillo.

C uando te voy a escribir
se emocionan los tinteros:
los negros tinteros fríos
se ponen rojos y trémulos,
y un claro calor humano
sube desde el fondo negro.

C uando te voy a escribir,
te van a escribir mis huesos:
te escribo con la imborrable
tinta de mi sentimiento.

A llá va mi carta cálida,
paloma forjada al fuego,
con las dos alas plegadas
y la dirección en medio.

A ve que sólo persigue,
para nido y aire y cielo,
carne, manos, ojos tuyos,
y el espacio de tu aliento.

Y  te quedarás desnuda
dentro de tus sentimientos,
sin ropa, para sentirla
del todo contra tu pecho.

A unque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.

 

 



Principal | Miguel Hernández | Carta 1 | 2 | 3 | Siguiente