Señor, ahora ya puedes dejar  
que tu servidor muera en paz...
  
                                Lucas 2,29  
 

He parido un bebito blando, puro.
No de mi esperma: de mi pensamiento.
No en la cuna del vientre: por mi aliento.
Orgasmo en llamarada de futuro.

Mi dolorida escoria –cauce oscuro–
se hizo magma de luz, embrión, fermento.
He sembrado mi corazón al viento:
te ha nacido un rosal rojo, maduro.

Nació por tu cerebro adolescente
un rayo de verdad. ¡Y cómo vibro
ebrio de su perfume y lava ardiente!

¡Ya me puedo morir: escribí un libro
de poesía, planté ideas hermosas,
y me ha nacido un hijo entre las rosas!



       

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