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                            e 
                  aprendido a verte en los arroyos, 
                          en los vértices 
                  mudos de las piedras, 
                  en el hueco blanquísimo del nardo 
                  que nos llena las manos de perfumes, 
                  en las palomas altas que acarician 
                  los dominios de Dios con blandas plumas, 
                  en todo lo que es puro y delicado: 
                  agua, geometría, flores, vuelo
  
                  Si 
                    es que palpo la brizna menudita, 
                    si es que el viento me mulle los cabellos, 
                    si me roza la tierra, si el sol viejo 
                    vierte su oro caliente entre mis labios, 
                    yo te presiento a ti, tengo tus besos, 
                    tus caricias ardientes, tus delirios, 
                    galopando mi sangre como un potro. 
                  ¡Oh 
                    mujer, mujer mía apasionada 
                    como el rumor del bosque, como el aire 
                    que nos aprieta el alma sensitivo, 
                    como la hierba verdecida y dócil 
                    huérfana de tu paso, yo te traigo 
                    hasta el pretil sonoro de mi boca, 
                    jubiloso y feliz, porque he tenido 
                    esta tarde con Dios y Primavera 
                    tus caricias azules por mi cuerpo 
                    y he aprendido a verte en los arroyos! 
                      
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