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Luna de miel por las viñas
7,12-14

 
En plena primavera, programan los esposos –en realidad es ella quien lo sugiere y organiza– unos días de felicidad en el campo, entre viñas y granados (7,12-13a):


¡V en, amado mío, salgamos al campo!
Pasaremos la noche en las aldeas.
Iremos, con el alba, a los viñedos
para ver si los pámpanos germinan,
si se abrieron los capullos
y el granado ha florecido.

Está naciendo la pareja, y alrededor de ellos todo habla de nueva vida: capullos, pámpanos, alba, floración... Juan de la Cruz nos regala el perfume de unos versos ternísimos. Habla la esposa: "De flores y esmeraldas, / en las frescas mañanas escogidas, / haremos las guirnaldas, / en tu amor floridas / y en un cabello mío entretejidas" (SJCruz, Cántico 30).
Sobre lecho de flores (1,16), celebrarán la fiesta del corazón, de la confidencia, coloreando de risas y juegos la tarde. Y entre besos, caricias, miradas, suspiros, les llegará la noche y sus placeres. Entonces, –promete la esposa al amado–, allí mismo, en el latido blando de la pradera (13b)...

¡A llí te entregaré todo mi amor!


Refiere E. Amezúa el testimonio de una mujer casada que expresa con lucidez el placer del amor en una relación de mutua entrega. Compara la caricia íntima en soledad con el encuentro de pareja: "los orgasmos que he sentido con mi marido tienen otro estilo, me dejan en una paz que yo diría de paraíso. Estamos los dos. Él está ahí. Vivimos juntos. Yo le toco, es él, lo quiero..." .
No se habla de hijos en el Cantar, pero hacer el amor junto a los brotes de una naturaleza fecunda, interesarse por la flor del granado o el perfume de la mandrágora (7,14), afrodisíacos frutos muy favorables a la fecundidad, ¿no les impulsará a integrarse creativamente en el sagrado círculo de la vida?


a
L a mandrágora exhala su fragancia,
y nos esperan a la puerta
mil frutas deleitosas,
frutas secas, frutas frescas
que he guardado, amor mío, para ti.


Alquilan una casa para sus vacaciones rurales, y les esperan, en el porche, cestillos de añeja y nueva fruta, que la diligente enamorada ha preparado. Ser buenos amantes, creativos y libres, no excluye cierta dosis de previsión y sentido común.

 
             
  
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