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Porque es fuerte
el amor como la muerte
8,6a

 


P
ero ya es hora de escuchar la declaración de amor de esta inteligente y sensible jovencita, que, como si hubiera vivido mucho, sentencia aforismos, acuña máximas tan verdaderas para su época como necesarias para nuestros miedos de hoy (8,6a):


G rábame como sello en tu corazón,
como tatuaje sobre tu brazo,
porque es fuerte el amor como la muerte,
insaciable la pasión como la tumba.



M
iguel Hernández va más allá que la esposa del Cantar en la metáfora del sello. No sólo lleva grabada la imagen de Josefina en la piel como animal marcado a fuego, sino en lo más hondo de su ser, por los últimos huesos: "Caudalosa mujer, en tu vientre me entierro. / Tu caudaloso vientre será mi sepultura. / Si quemaran mis huesos con la llama del hierro, / verían qué grabada llevo allí tu figura" .
El amor es clave de sentido frente a la vida y la muerte, como sugiere el poeta: "Con tres heridas yo: / la de la vida, / la de la muerte, / la del amor". Decimos en Castilla: amor fuerte, amor hasta la muerte; algo así como estar dispuesto a dar la vida por el amado (Jn 15,13).
Pero la muerte –bulímica insaciable– tira irremediablemente de nosotros desde las fauces abiertas de los sepulcros. Ha descrito Miguel con mágico rigor, en El niño yuntero, la implacable llamada de la tierra. El pequeño labrador "cada nuevo día es / más raíz, menos criatura, / que escucha bajo sus pies / la voz de la sepultura." Y así, "como raíz se hunde / en la tierra lentamente...", que le va devorando hasta volverle mineral o planta.
Vence al fin el amor. Derrotada la muerte, dirá el Señor a las naciones: "Venid, benditos de mi padre, heredad el reino preparado para vosotros desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer..., estaba desnudo y me vestisteis..." (Mt 25,31ss).

 
 
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