|   |  ÁNGEL 
 que estás a la entrada centinela 
del portal,  centinela de una puerta  que no se puede cerrar, 
 la 
desnudez de mi Niño, 
 dime, ¿quién la cubrirá?  ¿qué vellón 
de tibia lana?  ¿qué diminuto pañal?  Los 
ojuelos de mi Niño,  ¿qué 
nana los cerrará?  ¿qué balar de qué rebaño? 
 ¿qué voz de qué rabadán?  |  
  | |   |  La 
lágrima de mi Niño,  ¿qué risa la enjugará? 
 ¿qué pico de qué pañuelo?  ¿qué 
mano de qué zagal? 
 El 
ángel no respondía,  triste de tanto callar.  Y el Niño, 
con su silencio,  salvaba a la Humanidad. Antonio 
Murciano   |  
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