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                    Alta madera haut bois, 
                    oboe: 
                    el bosque está aprendiendo la fugaz  
                    canción del ruiseñor para decirla 
                    con tu lengüeta, luego, ensimismada. 
                    Y también reverdece el corazón 
                    del hombre en su enramada, y en el beso  
                    cerrado de sus labios con que viste 
                    el aire de hermosura y luz no usada. 
                    y todo es canto fino. Y se adivina 
                    el regreso de Mozart. Míralo, 
                    vivace y verdadero, como es, 
                    e inmortal. Y en su llama tiembla el aire 
                    de su alegría y su melancolía. 
                    Y brotan agilísimas sus manos 
                    y sus oídos vivos y sonoros. 
                    ¡Oye el éxtasis largo de sus aves!  
                    Acaso sólo somos cuando oímos. 
                    Acaso sólo somos porque oímos 
                    la voz del bosque, el corazón del hombre,  
                    la gracia y la cordura y la locura 
                    del ruiseñor que está, que está cantando 
                     
                    en el oboe, en su florida rama 
                    de noche, en la espesura del asombro.          
                                             
                                                      
                     
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