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¡
Cómo resbala el agua por mi espalda!
¡Cómo moja mi falda
y pone en mis mejillas su frescura de nieve!
Llueve, llueve, llueve.

Y voy, senda adelante,
con el alma ligera y la cara radiante.
Sin sentir, sin soñar,
llena de la voluptuosidad de no pensar

Un pájaro se baña
en una charca turbia. Mi presencia le extraña.
Se detiene... Me mira... Nos sentimos amigos...
¡Los dos amamos mucho cielos, campos y trigos!

Después es el asombro
de un labriego que pasa con su azada en el hombro.
Y la lluvia me cubre
de todas las fragancias que a los setos da Octubre.

Y es, sobre mi cuerpo por el agua empapado,
como un maravilloso y estupendo tocado
de gotas cristalinas, de flores deshojadas
que vuelcan a mi paso las plantas asombradas.

Y siento, en la vacuidad
del cerebro sin sueños, la voluptuosidad
del placer infinito, dulce y desconocido,
de un minuto de olvido.

Llueve, llueve, llueve,
y tengo, en alma y carne, como un frescor de nieve.

          
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