a somos más para nombrarte,
mar nuestro, mar de cada día.
Mis pies acerco hasta tu espuma
y te presento a la hija mía.
Crecerá rubia junto al sitio
donde deliras y porfías,
tendrá tu luz sobre sus ojos,
paseará por tus orillas
y la tendrás por compañera
entre tus blandas compañías.
No temerá tus arrebatos,
sabrá de ti más que yo misma
y aprenderá a decirte madre
cuando comprenda tu fatiga.
Mar maternal, dulce mar nuestro,
abandonada y siempre viva.
Ya ves: yo vengo con mi fruto
a que lo beses y bendigas
y a reclamar de tu sonido
una constante letanía
con la que vele y adormezca
este pedazo de mi vida...
¡Como tú acunas en tus brazos
a la salada maravilla!

 Pilar Paz Pasamar
                  

           

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