¿Quién desvía tu vuelo y me desea ahora?
Estaba yo ocupándome de la compra, el teléfono,
la ropa de los niños, y se me quedó fija
en un punto brillante del quinqué la mirada
cuando tú prorrumpiste –si a tu ventana llega...–,
con un ronco zureo y súbito aletazo.

Reposa tu fatiga un momento en la casa
mientras hierve en colores la pluma de tu cuello,
y echa luego a volar y vuelve con los tuyos
al trigo de los muelles y al agua de los parques,
donde a tu desolada pareja, por tu ausencia,
el celo le contrae la encendida pupila.

María Victoria Atencia




 

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