...también los perrillos comen de las migajas
       que caen de la mesa de sus señores.
                                                Mateo 15, 27
 

RUZÓ el perro la calle.
Era el perrillo aquel de las migajas,
el que espera debajo de la mesa,
el que no tiene nombre
y al que si se extravía
no lo reclama nadie.

Y era el único ser
en tarde de domingo.
-Allá enfrente la ausencia
de ese árbol que daba su verdor
en un sitio imposible.
Y el perro por la acera
seguro y solitario.

¿A dónde iría hoy
en esta hora muerta
sin coches ni autobuses,
con un pasito breve,
voluntarioso, firme?

Una mano invisible
le alisa la pelambre.

Ernestina de Champourcin