Besos
1,1-4
 


S
ostengo en las manos una bella Biblia de blanca piel y corte de oro, y el corazón en luna llena alborota su marea de sangre, porque ya le viene acariciando el primer verso, el primer beso de este tierno, exótico, ingenuo Cancionero de amor.
Se abre el más bello Cantar con el íntimo suspiro de la novia, que arde de amor por la arena de sus labios, por las sensuales dunas de su piel. "¡Que me bese!", anhela. O, quizás, como ha traducido tiernamente A. Schökel (1,2):

 


¡Q ue me cubra de besos con su boca!

 
Como si el amante fuese a alfombrar de besos todo su cuerpo. Ya lo cantaba la literatura amorosa egipcia: "Sus besos son como flores de loto". Sus caricias, vino exquisito que embriaga y transporta. Todos los sentidos se encienden en la fiesta de la ternura. Huelen afrodisíacamente los cuerpos enamorados, y pronunciar el nombre del amado perfuma hasta el aliento (1,3):


S on mejores que el vino tus amores, 
suave es el olor de tus perfumes.
Tu mismo nombre es como un bálsamo fragante,
por eso se enamoran de ti las jovencitas.

 
-Mi rey, llévame contigo a tu palacio, a tu casa, a tu lecho. Allí gritaré, como Eva, desde la azotea del éxtasis: "¡Este sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Y vendremos a ser los dos una sola carne de amor (1,4)":
 
 

L lévame contigo, vamos, vamos:
a tu alcoba condúceme, rey mío,
a reir y ser felices juntos!
Celebraremos tu amor, mejor que el vino.
¡Es tan fácil enamorarse de ti!
   
La novia ha descubierto, en el juego del amor, el secreto de la felicidad que aquellos monjes de El nombre de la rosa ocultaban en las inaccesibles páginas de sus prohibidos, envenenados incunables. No se podían leer aquellos libros de humor, porque la risa era el gran pecado del hombre. Pero la amante del Cantar convocará a todos —amigos, invitados, humanidad expectante, asombrado cosmos— a sumarse a la fiesta de su encuentro.
 
  
           Principal | Cantar de los cantares | Cantar 1 2 3 4