A montaña delante... ¿Y el camino?
¡Dios dirá! Y en los ojos aparece
como un sueño la cima y crece y crece
amenazando al cielo y al destino.

¡Oh, muralla tenaz! Y no adivino
qué oferta se me da, qué se me ofrece.
¿Subir? ¿Por qué y por dónde? ¿Quién florece
detrás de tanta roca y tanto espino?

¡Subir...! ¿Para qué más? Y miro dentro
del alma diminuta y en su centro
mi pobre corazón de caminante.

Ya voy, Señor, ya voy. Y aunque no quiera
siempre subiendo y siempre en la ladera
con la sombra detrás y Dios delante.

Luis López Anglada

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