rimaveral muchacha,
dócil con las espigas y con las amapolas...
Flor para mariposas y para el viento rama.

Era mi voz más dulce la paloma
que el lazo te anudaba
azul-celeste sacro, a la cintura.

Nido pequeño para mi beso
el labio tuyo daba
calor a mi sonrisa volandera.

Blanda y curva, tu mano acariciante
con un algo de mar iba y venía
desde la tarde al sueño
por la ruta dorada de los pájaros.

Te coronaba junio, como a Ceres,
triunfadora de frutos, bienamada
por árboles y flores, a la orilla
suspirante del alma que discurre
fertilizando vida.

¡Mediodía feliz de corazones!
¡Plenitud del amor sobre nosotros!

Y yo, cantando, saludaba al campo
-campana el corazón para mi júbilo-
con tu nombre apretado entre los dientes,
dando gracias a Dios por tu milagro.