J
uega Miguel Hernández., girando la noria del triángulo dramático, los tres movimientos: Salvador (exaltación), Perseguidor (imprecación) y Víctima (lamentación). En El niño yuntero vivencia simultaneamente los tres papeles: Víctima ("me da su arado en el pecho"), Perseguidor ("¿De dónde saldrá el martillo?") y Salvador ("¿Quién salvará este chiquillo?"). Identificamos los tres caminos expresivos de Viento del pueblo con las tres heridas del hombre: la de la vida (lamentación), la de la muerte (imprecación), la del amor (exaltación).

Revive Miguel en cada niño trabajador su propia tragedia de adolescente cabrero que arrea su ganado, de viaje a la vega, saludando a compañeros que prolongan estudios que él ha tenido que abandonar (El hijo del pobre):


"Han pasado mis ojos por los pueblos de España: ¿qué han visto? Junto a los hombres tristes y gastados de trabajar y mal comer, los niños yunteros, mineros, herreros, albañiles, ferozmente contagiados por el gesto de sus padres: los niños con cara de ancianos y ojos de desgracia."

Nunca abandonó su conciencia de clase. Sijé, García Lorca, Aleixandre..., grandes amigos, eran señoritos. Así escribe, con gran dolor y resentimiento:

"Mientras nosotros éramos desterrados de la alegría, de los juegos y las fiestas, de la hermosura de vivir limpios y satisfechos; mientras nos comían el calor y el frío, los hijos de los ricos, por muy dignos de cuidar cerdos que fueran, gozaban de todo y sólo para ellos se abrían las aulas..."


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